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Cuando el Virgen de Luna era inexpugnable

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El Pozoblanco  tenía fama de ser un equipo aguerrido, sobre todo en su campo. No era fácil vencerle en el Virgen de Luna.

—Quién venga aquí, va a sufrir para ganarnos pues nosotros vamos a poner la carne en el asador—Decía Ríos quien  planteaba un centro del campo duro y si, los visitantes,  conseguían pasarlo, estaban los defensas  para que la portería no fuera batida.

Un ejército de guerreros que luego tenían fantasía arriba. Envueltos en camisetas de lino finas donde el escudo se pegaba al pecho y con aquellos balones duros para la tierra se vivieron batallas inolvidables en Pozoblanco. Los jugadores estaban muy comprometidos pese a que no eran profesionales del fútbol.  Moreno, el lateral derecho, trabajaba en una fábrica de cartuchos. Nino era pintor de coches y posteriormente panadero. Redondo I, trabajaba cortando piedras de granito en Grapesa; Redondo II,  trabajaba como corredor de comercio ; Márquez arreglando motos, Ferri trabajaba en el campo. Dalmacio tenía una empresa de camisas. Y el míster Ríos, así como varios jugadores de Córdoba, trabajaban en la Electro-Mecánica.

Los domingos, esos jugadores, se olvidaban de sus trabajos y salían a darlo todo arropados con 2000 aficionados para los que eran unos héroes. Tenía un mérito impresionante lo que hicieron y el revuelo que levantaron.

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