El portero regresa al Pozoblanco después de un año de ausencia
Hace dos temporadas fue el portero de la liga. Salvó al Pozoblanco de todo y casi lo acaba metiendo en otra categoría más arriba.
—Ni altos ni bajos. Los mejores porteros son los que más paran —decía un aficionado de los de toda la vida cuando lo vio parar una tarde en el Municipal.
Dela era un gato. Pequeño pero con unos reflejos increíbles. Posiblemente, de niño, cuando se puso la primera camiseta de portero le sobrara tela y mangas por todos lados, pues antes el portero vestía con una camiseta que era más un mono que otra cosa. Nada que ver con las de ahora: mucho más ligeras y cortitas. En algún momento alguien le habrá dicho alguien le dijo que no tenía cuerpo para ponerse bajo palos. Pero tiene alma. Y el alma no entiende de estatura.
Dela no renovó el año pasado en el Pozoblanco. Nadie dio explicaciones. Simplemente no estaba. Acabó en Puente Genil y se perdió. Sin más. Ha aparecido de repente. Otra vez. El espectáculo en la portería está asegurado. Es el Miguel Ángel de los setenta y ochenta en el Madrid o el Buyo de los noventa. Los porteros de los clubes que visten de blanco son más bajitos que los que visten de oscuro. Eso dicen. Lo importante es que paren. Dela vuelve para eso. Qué no le metan gol. Guardián.
