Cultura

La felicidad del Coro en su pregón

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Voces de la Sierra celebró sus 27 años de carrera con un pregón basado en el amor, en el recuerdo, en el camino que ha recorrido el grupo

Viernes. Pregón de feria. El Coro Romero Voces de la Sierra saltará a escena. Cae bien. Sus canciones son amenas. Tienen el dulce encanto de siempre. Están un buen momento. Colas ante un recinto lleno de gente. Esperan a que se abra el teatro. Se abre. Una puesta en escena sobria con sillas adornadas con algún mantón y micrófonos que van a recoger el sonido de la noche. Empieza el pregón. Por entonces, nadie sabe que lo que está preparado es un espectáculo. Una presentación diferente que es un alegato a la felicidad perdida, las palabras emotivas del alcalde y el pregón. Se presenta a los pregoneros como personajes de un cuento que suena a las mil maravillas. Y entran en el escenario. Cada uno da lo mejor de sí. Todos se dejan llevar por la magia de una noche. En el cante todo bien. Unos y otros se complementan a las mil maravillas en los registros agudo y grave del coro, en sus tiempos, en su emoción. Sobre ruedas. Tienen a la gente metida en el bolsillo. «Este grupo ha sabido madurar ante el público», dice alguien del público. Por cierto, en el foso del teatro está la Banda de Música. No se ve. Pero se oye. Es como la radio: mágica. Y ese solo de Nerva…Y las guitarras con el Río Ancho y esa bailaora.

Hay momentos de hermoso lirismo que corresponden a diferentes pasajes del pregón. Sencillez, lirismo, humor o dramatismo. Todo va unido. Bien hilvanado. Medido. Selección de piezas musicales fantástica. Amárrate a los palillos. Alma, corazón y vida.  Se planchan los mantoncillos. Temas musicales que van entrando en la gente. El público está a gusto. Se nota. Canciones que derriban el muro del tiempo: dos años sin feria. Sigue le pregón.Pasa el tiempo y no miran el reloj. Los componentes que suben al escenario lo bordan. Todo tiene un fondo de emoción. Se repite: tras un adecuado silencio, la cálida ovación del público. Hasta el final de fiesta con el Eres y los agradecimientos. Entonces se improvisa un final. El presentador, que no está muy lejos de esta crónica, levanta al público. La gente tenía ganas de levantarse y moverse al ritmo de la música. Y tras el Bamboleo pide que haya otra más.

En la pandemia decíamos: «cuando vuelva la música, cuando vuelva la feria». Volvieron de la mano. Juntas en un pregón donde se bailó, se cantó, se recordó y se echó la lagrimita. Abrazo prolongado cuando todos bajan al hall del teatro. Unos lloran. Otros emocionan. Algunos cierran los puños: «bien, bien». Como si hubieran marcado un gol.

Los integrantes del coro dejaron una impresión inmejorable en su pregón. Larga vida a un coro que supo interpretar bien en que consiste esto: en ser feliz. Esta vez la música tomó la palabra.

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