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Policías, ángeles de la guarda, que salvan vidas

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El Policía Nacional pozoalbense, Alfredo Moyano, salvó junto a su compañero Simeón la vida de una mujer que entró en parada cardiorrespiratoria, en la zona centro de Córdoba, tras aplicarle durante unos minutos maniobras de reanimación.

Araceli Arroyo viajó desde Lucena a Córdoba  con sus tíos el sábado 11 de julio. Habían decidido ir a hacer unas compras en la capital  y cambiar algunas prendas en Cortefiel. Allí compraron unas camisas polos y  su tía un pantalón. Al salir de la tienda, sobre las 10:40, se desvaneció. Su tío la cogió al vuelo. Se quedó sin consciencia, sin pulso y sin respirar. Tendida y prácticamente muerta.

—Socorro, algo le ha pasado a mi sobrina—gritaban sus tíos. Pedro llamó al 061 pero con los nervios se confundió al marcar.

—No se preocupe que ya he llamado yo—le indicó un hombre en Ronda de los Tejares donde la gente se agolpaba para ver lo que había sucedido. Allí estaba Araceli, tumbada y sin moverse. Pasados unos minutos apareció la Policía Nacional. Alfredo y Simeón corrieron hasta el lugar en el que estaba Araceli. Simeón apartó a la gente, que había allí y que le estaba quitando el aire, y Alfredo se lanzó a realizarle una reanimación Cardiopulmonar (RCP).

Al policía no le tembló el pulso. Es cierto que había realizado muchos ejercicios de reanimación en los cursos de la academia de Policía donde como dice él—nos enseñan a salvar las situaciones más complicadas—. También realizó cursos en Protección Civil, de la que es voluntario, y en las clases que había recibido de su padre, que es médico. Todo le ayudó en ese momento de tensión—que supo manejar bien—.

Aunque había tenido situaciones parecidas a  la de ese día,  el momento era complicado: Araceli estaba, prácticamente muerta, con el rostro muy morado y los ojos vueltos. A los dos minutos logró que respirara. Luego llegó el 061 que se la llevó urgentemente al Reina Sofía. Allí Araceli entró con vida. Durante los primeros días, hubo muchas dudas si saldría, si pudiera tener algún daño cerebral o daño en algún órgano. Había tenido una parada cardíaca conocida como muerte súbita de la que muy pocos pueden salir. Se necesita para sobrevivir una asistencia inmediata. Ella la tuvo con la reanimación de Alfredo.

A los diez días de lo sucedido, Araceli despertó escuchando las palabras de la enfermera:

—Araceli, ¿cómo estás? Ella no sabía dónde estaba. Se lo explicaron, poco a poco. Fue asimilando lo que le había ocurrido. Un día le avisaron:

—Están aquí los policías que te reanimaron ese día. ¿Les digo que pasen?—le preguntó la enfermera.

—Claro, estoy deseando verlos.

Al entrar, Alfredo sintió mucha alegría aunque casi se quedó sin palabras como él dice:

—Ver a Araceli allí, viva, sonriendo y hablando con nosotros después de cómo lo habíamos visto días antes, me emocionó. Sentí una alegría indescriptible.

Hablaron de muchas cosas ese día. El tío de Araceli decía:

—Yo no he visto a hombre más valiente aunque, por momentos, pensaba que te partía.

Alfredo le preguntó si le había roto alguna costilla o algo. Nada. Estaba perfectamente y viva gracias a él. Ella dice:

—Alfredo, es un ángel de la guarda que me ha puesto Dios en la tierra para que siga aquí disfrutando del mundo y de mi familia, y la Policía Nacional de Córdoba el mejor cuerpo del mundo así como el 061 y todos los que me atendieron en UCI y en planta. Cada día se pregunta:

—Yo no sé cómo puedo pagar todo esto. La vida no tiene precio y él salvó mi vida. Ella dice que, a sus 46 años, ha vuelto a vivir. Celebrará dos cumpleaños, el suyo en enero y el del día en el que la salvaron, el 11 de julio. No se cansa de repetir que todas las vidas tienen un héroe y el suyo es Alfredo.

El médico que le dio el alta le dijo que si el policía no le hubiera hecho el RCP hubiera muerto. Alfredo salvó la vida de Araceli. Nunca se habían visto antes. Sus vidas se cruzaron ese día. En el momento justo. La vida es una coincidencia. Todo fue fruto de la suerte y del buen hacer de la Policía y de los sanitarios que luego trataron a Araceli.

Araceli podrá seguir cumpliendo sus sueños aunque ya sabiendo que la línea entre la vida y la muerte es muy delgada.  Nada de eso estaría ocurriendo si Alfredo no hubiera llegado aquella mañana a ese lugar donde ella estaba perdiendo la vida. Él la agarró para que se quedara. Alfredo, le quita importancia, pero lo que hizo fue muy grande. Él solo dice:

—Hice lo que tenía que hacer, en la policñi estamos para ayudar al ciudadano.

En este caso no solo salvaron al ciudadano. En este caso salvó la vida de un ser humano. ¿Hay algo más bonito?

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