Añora y Pozoblanco Fútbol Base se dieron cita en una final benjamín de lo más bonito. El fútbol en estado puro. Ese de ataque, de querer buscar la portería contraria. Duendes en el tapete verde intentando emular lo que hace Messi, Benzema o Mbappé. La contienda resultó tan tremenda que exigía un ganador y, sin embargo, a los dos equipos no les quedó más remedio que aceptar el empate y acudir a los penaltis donde ganó Añora.
Llegaron a los penaltis tras un partido con dos mitades diferentes. Una primera en la que la fantasía inundó todo. Nada fue menor. El primer tramo, de hecho, resultó excelente. Con todo lo que se pide a un partido de fútbol. No pudo ser más intenso. Sin tregua.
El niño Rodrigo Ribeiro compareció vestido de Modric dando pases en profundidad y terminando las jugadas. Sí, fue el MVP del partido representando el fútbol samba, representado al gen de futbolista brasileño por naturaleza. Lo lleva en su sangre. Nacido para disfrutar y jugar dentro y fuera del campo. Después de ganar la final se fue a consolar a Hugo. En el campo, una locura. El fue el origen y final del gol. Metió los cuatro goles de Añora. Lo hizo tan bonito como si hubiera visto al Zico de Canarinha de los 80 o aquel Djalminha del Depor de los 90.
Pero hubo mucho más. Él, en el primer gol, dejó claras sus intenciones aunque pronto respondió Pablo para empatar el partido para el Pozoblanco con un zapatazo de esos que van arriba, con intención y colocados. Tarda poco Pablo en armar la pierna. Delantero de esos que cargan fácil y disparan. Pablo se revolvió y, mientras lo hacía, ya sabía dónde iba a enviar la pelota, al sitio más alejado para el portero. Chutó colocado y fuerte, con el interior de la diestra, pero sin violentar la pierna, ni el gesto. Mejor, imposible. Diríamos que no le pegó con todo, sino con lo necesario. Luego volvió Rodrigo a la carga y el Pozoblanco a empatar.
Solo en una ocasión se adelantó el equipo de la escuela donde destacó Hugo que llevó el balón de un lado a otro. Parecía un músico con partitura. Jugó de manera angelical. Su fútbol fue tan hermoso como rotundo por la musicalidad de su juego. Zurdo que la pisa, la toca y la lleva: todo lo hace fácil (con lo difícil que es eso). Una primera parte frenética con ocho goles. También apareció el pequeño pícaro Francisco tras aprovechar un balón perdido en el segundo palo y, minutos después, Santi que se sacó un latigazo que se coló como un obús en la portería. Pero Rodrigo respondía a todos. En cinco minutos remontó el partido con dos goles con su sello. El Añora ya estaba repuesto.
El 4-4 blanco fue en una jugada que arrancó con Mauro—zurdo exquisito—y terminó con el gol de Julius. No tendría crónica para nombrarlos a todos pero, cada chaval, quiso hacer el partido de su vida. Cada uno con sus cualidades como Juan Antonio que aprovecha su cuerpo y zancada o Antonio que es de esos jugadores escurridizos que aparecen por la banda. Las acometidas pozoalbenses eran frenadas en defensa con Javi que aguantó pese a que se lesionó y Pedro, que es de esos defensas que levanta la cabeza, la toca y sale si es el caso. Si mejorara la velocidad Pedro estaríamos hablando de un jugador a tener en cuenta en las agendas de los filiales de cualquier equipo. ¡Qué defensa! El juego noriego contaba con la ratonería de Chelan y Canito. Los nombro por el apodo futbolístico de sus padres. Son mejores que sus progenitores. Tienen más calidad que ellos que jugaron en los 90. Adrián jugaba con el balón y con la cal que marca la línea de banda. Hasta ahí hizo diabluras (ensanchando el campo).
En fin que con 4-4 se llegó al descanso y al final porque en la segunda parte pasaron menos cosas. En la primera el público estuvo en vilo todo el partido y lo pasó en grande. En la segunda esperaron los penaltis. Ocasiones las hubo y desaciertos también. Adri, Samu y Alberto se encontraron con un Jorge inconmensurable en defensa que tuvo mucho trabajo parando a los jugadores que habilitaba Rodrigo con sus pases.
Y el 4-4 no se movió. A los penaltis. Los ganó Añora. Qué cruel es perder en la tanda. Mucho más para unos niños. Mucho más para dos equipos que merecen la Copa. El fútbol es así decía Miljanic, aquel técnico del Madrid en los 80. Desde entonces, ha cambiado mucho este deporte. No en el fondo.
Y como no, destacar a ese futbolista que demostró que es de esos jugadores que tienen el futuro a sus pies. Rodrigo. Uno se esos jugadores de calle. Es un escándalo verlo jugar. Se expresa de una manera natural como si fuera fácil lo que hace. Un día contaré el primer día que lo vi jugar y lo rápido que le cursé la ficha. Entonces no levantaba un palmo del suelo. Sigue siendo el mismo: el mejor solista que sabe jugar en equipo. Intuitivo, artista, valiente, dandy…No sigo.
Enhorabuena a los dos equipos. Fue un partido para enmarcar. A veces, los niños juegan mejor que los grandes. Eso demostraron. Todos. ¡Qué duendes!