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Migue Sánchez, el hijo de Miguelín

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Recién duchado con el bolso al hombro, con zapatillas, repeinado con su flequillo largo caído sobre la cara y ese aire juvenil de chico futbolero sale del vestuario. Acaba de debutar en Coria donde su padre fue a jugar con el Pozoblanco muchos años. La vida pasa y ahora son los hijos de los futbolistas de antes los que se visten de corto. Una imagen hermosa pues  ese lugar de su debut es un viejo estadio en el que en otro tiempo se libraron duras batallas entre blancos y amarillos.

Es Migue Sánchez Agudo. Sus amigos le dicen también Miguelón. Dicen que se ha hecho grande de tanto golpear al balón. La pega que la rompe. Y en las faltas tienen más efectividad que muchos lanzadores de primera. El lanzamiento de falta es muy suyo, con esa rara precisión que tiene. Hablando de precisión es como si alguien le hubiera puesto un espejo delante: su padre. Juega en la misma posición aunque es más fuerte. Tiene más físico. Le falta quitarse todos los complejos y decir: soy el mejor. Su pierna izquierda es un lanza misiles y un guante de seda a la vez. Tanto monta, monta tanto. Juvenil de segundo año. Apunta alto. Dicen de él “es que es muy bueno, tiene tantas cosas que no sabes nunca en  por dónde te va a salir”. Al verlo este año en pretemporada me pareció al Henry del Arsenal que pega el balón sin pensárselo  y con la misma facilidad con la que respira. Saca el rifle y dispara.

Su padre, era más pequeño en estatura  quizá por eso lo de Miguelín. Diminutivo en el nombre pero superlativo en el campo. Su padre fue catedrático en el pase: preciso, veloz y a un toque. Se sabía situar. Un Modric del mediocampo que enlazaba la media con la delantera. Era la lectura correcta del partido. Desatascaba los partidos y hacía buenos a los delanteros. Jiménez y Hueso saben de lo que hablo. Hubo un futbolista que jugó en contra que me lo definió un día “primero te roba un balón, luego el pulso, luego la moral, hasta que te desesperas y dices: me ha ganado”. Miguelín era un libro abierto. Verlo jugar era una delicia. Tenía un mando y un temple como pocos.

Migue y Miguelín. Hijo y padre. Padre e hijo. Ambos magníficos a la hora de tratar la pelota. De casta el viene al galgo. Será interesante ver su progresión. Es muy joven. De momento Fajardo busca enchufes a los que conectar el Pozoblanco que hace tiempo que está perdiendo a canteranos-veteranos y busca sabia nueva. Invertir en cantera es la mejor de las inversiones. Y luego están los que han sacado al chaval a flote. Dani en las escuela que lo incició. Alberto,el entrenador del juvenil,  este es un producto suyo. Y Fajardo, pues este jugador es una apuesta suya. Dicen del nuevo entrenador que enseña  más que sugiere. Ojalá que sea así. El chaval entusiasma por su juego.  «Pero es muy joven» dicen los miedicas. Pues por eso porque es joven promete.

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